martes, 24 de marzo de 2009

¿Hay vida después de la muerte? (Última parte)

¿Miedo a la muerte o incomprensión de la vida?

Los más fervientes defensores de la muerte definitiva y de la nada se sienten muy afectados ante cualquier noticia que apuntale lo contrario. Lo que más temen no es la muerte en sí, sino suponer una aterradora continuidad en territorios desconocidos y frente a entidades incomprensibles.

El temor prefiere la nada a otra forma de vida. En el campo de las tradiciones religiosas no existen “explicaciones” que den cuenta del profundo misterio que encierra la complejidad de la vida orgánica, su origen y su significado. En todo caso, se acepta el creacionismo ingenuo, Dios o Brahma, o la “vocación” de la materia para organizarse. La metafísica ignora, porque afirma que no es su territorio, la colosal inteligencia constructiva que forma y estructura los seres vivientes. Peor aún, la mayoría de esas tradiciones observa la vida como un castigo, una maldición o una “caída” del espíritu en la densidad del mundo. Ese dualismo separador de contenido y continente crea un abismo difícil de salvar si se busca el significado o el sentido de lo viviente. La devaluación de la vida, idea común a las tradiciones bíblicas y a muchas ramas del hinduismo, no se encuentra ni en el primitivo paganismo ni en la profunda filosofía del taoísmo. Son tradiciones que sacralizan la Naturaleza y la inscriben en un sentido cósmico impregnado y movilizado por la Gran Vida, por el Tao. Insondable en su misterio de origen, la vida aspira a ascender a esferas más altas de conciencia, y lo hace orgánicamente dentro de un Todo inteligente. En el fondo de las creencias del paganismo arcaico o en la filosofía taoísta existe una enorme confianza en el destino y en la supervivencia eterna de los seres porque el Tao, el Gran Sentido, es inherente a todos y es su esencia más profunda.

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