lunes, 23 de marzo de 2009

¿Hay vida después de la muerte? (Quinta parte)

Realidades suprafísicas

Los ancianos suelen tener recuerdos vívidos, intensos y a veces casi reales de su temprana infancia. Bajo hipnosis muchas experiencias pasadas son revividas en sus más ínfimos detalles y quien fabrica esta experiencia cree que los sucesos son verdaderos. La mente puede remontar la corriente del tiempo y descubrir que, de un modo misterioso y alucinante, todo aquello que percibieron los cinco sentidos permanece “allí”. Pero ¿qué es allí? ¿Dónde está allí?

La famosa obra del doctor Ian Stevenson: Veinte casos que hacen creer en la reencarnación indujo a muchos a afirmar que esa rigurosa investigación aportaba datos irrebatibles. No había coincidencias, sino una masa de evidencia testimonial abrumadora. Lo recordado por aquéllos que decían ser la reencarnación de otra persona pudo ser completamente verificado. No había engaño ni posibilidad de error. Pero aun así no era prueba suficiente de reencarnación, porque cabían otras hipótesis no menos desconcertantes. ¿Era posible que algunas mentes pudieran ser vehículos involuntarios de campos psíquicos del pasado? O, en el caso de las regresiones premeditadas, ¿se podía afirmar que los recuerdos de pasadas existencias inducidos bajo hipnosis eran “propios”? En ambos interrogantes la duda remitía a otras preguntas insolubles. ¿Existe una memoria virtual absoluta a la que se puede acceder en estados alterados de conciencia? ¿Pueden provenir los recuerdos “personales” de la intromisión oportunista de campos psíquicos antiguos, aislados e incomunicados en otra dimensión?Para ser más precisos, ¿la intromisión responde a la intención activa de una mente que de alguna forma ha sobrevivido a la muerte? En su libro de memorias, el psiquiatra Carl Gustav Jung pudo desprenderse de toda limitación científica y dar su visión personal sobre este tema. Jung creía que la mente sobrevivía a la muerte y continuaba existiendo en una zona fuera del tiempo y de la realidad visible. Los muertos podían comunicarse entre sí, mantenían sus recuerdos y se enteraban de la marcha del mundo por los fallecidos recién llegados. Con matices, la visión de Jung se asemejaba a la que sostienen chamanes, magos y lamas del Tíbet, salvo que para estos últimos ese aislamiento puede ser roto accidental o voluntariamente por los campos psíquicos afines de los vivos. El viaje chamánico a las dimensiones de los espíritus, las exploraciones a los bardos de la muerte por parte de los lamas y los mundos superiores de los budas parecen surgir de un entrenamiento psíquico que los habilita para manejarse en diferentes niveles de una misma y extraña realidad. La mente encarnada podría contactar con las mentes desencarnadas porque ambas son expresiones diferentes de la vida en general. Para los taoístas, el espíritu de las personas muertas se reabsorbe en alguna zona inconsciente del espíritu de los vivos. El inconsciente posee así un espacio virtual, la “Tierra de los Antepasados”, donde se conserva la memoria ancestral. De esta forma, el “Círculo de la Vida” no se agota con la disolución física y mantiene un potencial de retorno y de transformación. En la intuición de Jung, como en la filosofía taoísta y en algunas escuelas del budismo tibetano, el Universo y sus múltiples dimensiones y realidades se reciclan a perpetuidad. Desde esta perspectiva, la Vida y la Conciencia individuales, que son Espíritu, podrían transformarse y sumirse en el olvido de lo que fueron, pero no sufren una muerte definitiva. Cuando se hace balance entre los argumentos que sostienen quienes creen en la continuidad de la vida tras la muerte física y quienes opinan lo opuesto, lo que aparece es un agrandamiento del misterio. ¿Quién posee pruebas definitivas en uno o en otro sentido? Lo que sí resulta claro para todos es que hay un más allá de lo visible y lo energético en el que no podemos penetrar con los sentidos convencionales y que no podemos detectar con ninguna clase de artilugio material. En un nivel teórico, los físicos postulan dimensiones contiguas y realidades paralelas: otros mundos, otros tiempos y otras formas de existencia. Un mayor número de dimensiones implica realidades más complejas y más ricas en posibilidades. No sabemos si el espíritu o la mente que nos anima puede fluir a una dimensión superior y renacer bajo otra forma de vida. No sabemos si el juego continuará en este mismo mundo o en cualquier otro. En todo caso, el anhelo de eternidad es inseparable del impulso cósmico que expresan la vida y la conciencia.

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