domingo, 22 de marzo de 2009

¿Hay vida después de la muerte? (Cuarta parte)

Lo inexplicable

La hipótesis de que la memoria se almacena en el cerebro, como lo hace en el disco duro de las computadoras, suponía que el deterioro o la muerte cerebral debían destruir también los registros, la identidad y la conciencia. Pero todos los estudios destinados a encontrar localizaciones específicas para los recuerdos arrojaron resultados negativos.

La destrucción de zonas cerebrales en ratas y monos mostró que, si bien por un tiempo eran incapaces de recordar tareas aprendidas y ejecutar determinadas acciones, pasado un período de tiempo determinado las habilidades reaparecían. Sólo si se llevaban a cabo grandes destrucciones de tejido no había posibilidad de recuperación y, menos aún, lo que era obvio, de respuesta funcional. Por otra parte, la idea de conservación física de la memoria tampoco resistía la evidencia de la continua renovación molecular. En días, o a lo sumo en meses, la totalidad de la materia cerebral era reemplazada por otra. ¿Cómo podrían conservarse recuerdos grabados en moléculas transitorias? La certeza de que no había una localización específica y que era improbable una transmisión física del recuerdo, derivó en la hipótesis de un “campo” o “banco” sutil de información que se expresaría, o actuaría, a través del cerebro. Un ejemplo burdo de esta función fue la semejanza que podía establecerse con un receptor de televisión que traduce en sonido e imágenes información no contenida en sus circuitos. Pero, a su vez, el cerebro actuaba como transmisor al “banco de memoria” procesando la información procedente del exterior y del cuerpo. ¿Cómo se creaba la memoria y, sobre ella, la personalidad, el ego y la conciencia? Sin duda, el “campo” inmaterial no localizable iba más allá de un órgano; abarcaba todo el cuerpo, mantenía la continuidad de sus formas y funciones a pesar de la renovación molecular y se prolongaba en el territorio más vasto de la realidad exterior presente y pasada. Correspondía entonces hablar de un campo individual jerarquizado de información que emerge dentro de un megacampo universal o cósmico. Llegados a este punto, la comprobación científica no puede avanzar con certezas verificables. Donde concluye la detección de energías comienza el debate filosófico, la deducción, la inferencia y el testimonio de lo inexplicable. Lo inmaterial, que está presente en la estructura fantasmal de los átomos y parece gobernarlos, es también uno de los dos términos inseparables del fenómeno singular de la vida. No hay forma de saber científicamente si el campo psíquico puede continuar existiendo en una zona virtual cuando el dedo de Dios, o del Universo, aprieta el off del cuerpo físico, interrumpe su energía y disgrega sus elementos.
(Continuará…)

0 comentarios: