sábado, 21 de marzo de 2009

¿Hay vida después de la muerte? (Tercera parte)

El desencanto por los trasmundos de las religiones tradicionales no fue reemplazado por las doctrinas espiritualistas ni por las experiencias espiritistas. No seducían los cielos con final congelado, ni era atractivo convertirse en un fantasma o en un espectro que podía manifestarse de forma ectoplasmática en sesiones mediúmnicas.

Quizá lo que más asusta a quienes reflexionan sobre la muerte es la idea de una supervivencia fantasmal y saberse muerto e impotente para establecer relaciones con el mundo de los vivos. Pero, si no se cree en un después, resulta absurdo sentir angustia por disolverse en una nada sin retorno. ¿Quién se enteraría? La ignorancia del “después” no fue disipada por la casuística de las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), que hicieron furor en la década de 1980. Las investigaciones y los testimonios recopilados por Raymond Moody y Elizabeth Kübler-Ross sostenían que las ECM eran vivencias de personas que habían retornado de la muerte trayendo información que procedía del otro lado. Pero realmente ninguno de todos los que decían haber penetrado en un túnel de luz y visualizado o entablado diálogo con seres celestiales o con parientes amados fallecidos habían sufrido muerte cerebral. Sin duda se vieron sumidos en una situación psíquica dramática y extraordinaria, pero no atravesaron la línea sin retorno. No obstante, haber sentido una paz y un amor de enorme intensidad durante la experiencia borró todo temor a la muerte. Al regresar los inundó un sentimiento de seguridad y confianza que los llevó después a dar un nuevo sentido a sus propias vidas.Los neurofisiólogos opinan que el organismo posee un sofisticado arsenal de sustancias alucinógenas y tranquilizantes que bloquean el dolor y la angustia final. Si bien los testimonios de ECM no constituyen una prueba fehaciente de nuestra continuidad en el más allá, tampoco sirve para negarla el argumento científico que atribuye lo experimentado a causas químicas. Todo fenómeno psíquico tiene su correlato químico o eléctrico en el cerebro, lo que no puede ser interpretado como “causa” o fundamento de lo vivido.Para apoyar la hipótesis del alma como un “campo” psíquico que puede existir con independencia del cuerpo físico, las ECM fueron homologadas a las Experiencias Extracorpóreas (EEC), un fenómeno que suele acontecer bajo anestesia en intervenciones quirúrgicas. Quienes lo experimentan pueden verse a sí mismos tendidos en la mesa de operaciones, observar la tarea de los cirujanos y escuchar las conversaciones. Tienen la clara sensación de estar fuera del cuerpo contemplando lo que ocurre desde cierta altura. Lo que relatan al despertar se corresponde exactamente con los detalles de la intervención. El interrogante que plantean las EEC es si la percepción puede producirse sin conexión con el cerebro o, más aún, si la mente puede existir sin base física. Aunque a priori parezca que sí, mirada con detalle la EEC muestra que, si bien expresa una capacidad desconocida de la mente para ampliar su capacidad de percepción y para reubicarse en el espacio, lo visto y oído ha seguido los patrones de decodificación sensorial del cerebro humano, lo cual indica que éste ha participado del fenómeno. La forma en que los sentidos pueden extenderse espacialmente y seguir operando a través del cerebro constituye un gran misterio. Se ha constatado que el aislamiento sensorial –tapar los oídos, vendar los ojos– es burlado por algunos individuos que pueden ver u oír a pesar de los bloqueos. Pero podrían hacerlo... ¿sin participación del cerebro? ¿Puede existir una mente independiente del cerebro?
(Continuará…)

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