martes, 28 de octubre de 2008

El Evangelio Acuario de Jesús el Cristo (98)

Continúa el Sermón de la Montaña. Jesús revela a los doce los aspectos espirituales de séptimo, octavo y décimo mandamiento.

“La ley prohíbe el adulterio. Pero a los ojos de la ley el adulterio debe ser un hecho físico, la satisfacción del egoísmo sexual fuera de los lazos del matrimonio.”
“Ahora bien, a los ojos de la ley, el matrimonio no es sino una promesa hecha por un hombre y una mujer, a presencia de un sacerdote, de vivir por siempre en armonía y amor.”
“Ni el sacerdote, ni la autoridad civil, tienen el poder de Dios para atar dos almas en el amor matrimonial.”
“¿Qué es el vínculo del matrimonio? ¿Está encerrado en lo que pueda decir el sacerdote o la autoridad?”
“¿Qué es el rollo de papiro en el que el sacerdote o la autoridad han escrito el permiso por el que dos pueden vivir en matrimonio?”
“¿O es la promesa de dos de amarse el uno al otro hasta la muerte?”
“¿Es el amor una pasión sujeta a la voluntad del hombre?”
“¿Puede un hombre agarrar su amor, como agarra piedras preciosas, asentarlo o darlo a cualquiera?”
“¿Puede comprarse y venderse el amor como corderos?”
“Amor es poder de Dios que ata dos almas y que las funde en una. No hay poder sobre la tierra que pueda disolver este lazo.”
“Pueden separar, los hombres o la muerte, los cuerpos por un poco de tiempo; pero se volverán a reunir.”
“Es en este vínculo de Dios que encontramos el lazo del matrimonio. Todas las demás uniones son sólo nexos. Y quienes en ellos viven, cometen adulterio.”
“Lo mismo es con quienes satisfacen su lascivia sin la sanción de la autoridad o del sacerdote.”
“Más aún: el hombre o la mujer que mantienen pensamientos lascivos, cometen adulterio.”
“A quienes Dios une, el hombre no puede separar; los que el hombre une viven en pecado.”
“En las tablas de la Ley, el gran legislador escribió: No robarás.”
“A los ojos de la Ley, para que un hombre sea responsable del robo, tiene que tomar una cosa tangible sin el conocimiento o consentimiento de su dueño.”
“Pero yo os digo que quien en su corazón desea poseer lo que no es suyo, y que con gusto privaría de ello a su dueño sin su conocimiento o consentimiento, ante los ojos de Dios, es un ladrón.”
“Lo que no se ve físicamente es más valioso que lo que se ve.”
“El buen nombre de un hombre es más valioso que minas de oro, y quien dice una palabra o hace un hecho que ofende o difama ese nombre, ha tomado lo que no es suyo, y es un ladrón.”
“En las palabras de la Ley leemos: No codiciarás cosa alguna.”
“Codiciar es el deseo omniconsumidor de tener lo que no es justo.”
“Y tal deseo, de acuerdo con el espíritu de la ley, es un robo.”

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