martes, 16 de junio de 2009

Memoria celular: La vida de "los otros" (tercera parte)

¿“Posesiones farmacológicas”?
En este sentido, estas historias podrían considerarse equivalentes a las “posesiones” clásicas –solo que inducidas farmacológicamente–, propiciadas por las creencias y los temores del receptor y dentro de un contexto muy concreto, como sería portar dentro del propio cuerpo el órgano de una persona muerta. En estos casos, la personalidad original del receptor no sería desplazada, como en las posesiones clásicas, sino modificada por la del donante o, más bien, por la idea que tiene el receptor de cómo era el donante. Otra teoría menos aceptada por la comunidad científica es la de la llamada “memoria celular”. Con el desarrollo de las neurociencias, la memoria ha pasado de ser una potencia del alma a un fenómeno de sustrato neurológico relacionado con la actividad de determinadas zonas cerebrales. Sin embargo, aunque los neurofisiólogos han rastreado el cerebro humano centímetro a centímetro buscando las bases fisiológicas del acto de recordar, seguimos sin saber a ciencia cierta en qué zona del cerebro se alojan los recuerdos. Los neurofisiólogos se encuentran tan solo interpretando los primeros jeroglíficos de la gran pirámide que es el cerebro humano. Aunque existen algunas zonas anatómicas que intervienen en el procesamiento y en el almacenamiento de los recuerdos –los lóbulos temporales, el hipocampo y el tálamo–, la ciencia no ha sido capaz de localizar una zona específica de la materia gris (algo similar a un disco duro) donde se almacena la información de las experiencias vividas y de donde se pueda rescatar en un momento determinado. De hecho, es sorprendente la cantidad de cerebro humano que se puede extirpar sin perder recuerdos específicos. En su obra El médico perplejo (The Witch in the Waiting Room, 2006), el doctor Robert S. Bobrow cuenta el caso de un colega que sufría epilepsia del lóbulo temporal refractaria a la medicación. Como último recurso se recurrió a la cirugía para extraerle el foco de la epilepsia, el tejido anómalo que le provocaba los ataques. Se le extirparon 5 cm del lóbulo temporal derecho, una zona íntimamente relacionada con la memoria. A pesar de ello, Bobrow cuenta que, lejos de perder recuerdos, su colega dijo que su memoria se había reforzado porque ya no necesitaba tomar la medicación que la ofuscaba.
(Continuará…)

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