lunes, 15 de junio de 2009

Memoria celular: La vida de "los otros" (segunda parte)

Fantasías con los donantes
La divulgación de este curioso fenómeno ha dado origen a diferentes teorías que intentan ofrecer una explicación a estos sorprendentes casos. Los más racionalistas opinan que, a pesar de las estrictas normas de confidencialidad que se establecen alrededor de la identidad del donante, es bastante posible que el receptor llegue a conocer algunos datos de la persona a la que debe la vida. Podría escuchar conversaciones entre el personal sanitario mientras despertara de su anestesia o durante su convalecencia en el hospital. En esta clase de pacientes son frecuentes los trastornos psicológicos motivados tanto por la propia enfermedad crónica como por la angustiosa fase de espera del órgano. Incluso, una vez realizada la intervención, pueden presentarse conflictos ambivalentes que oscilan entre el miedo y la esperanza, la dependencia y la independencia. En estas circunstancias, los trasplantados pueden fantasear con las características físicas y psicológicas del donante (su edad, su género, su raza, sus gustos musicales, sus estudios...) y estas fantasías podrían activar sentimientos de culpa porque otra persona ha muerto para que ellos puedan vivir. Conocer alguno de estos datos puede hacer que adopten aspectos de la personalidad del donante en un intento de “devolver” algo de lo que se sienten deudores; de conseguir, de alguna forma, que quien los ha salvado siga viviendo. Otro aspecto a considerar son los efectos secundarios de la medicación inmunosupresora que estos pacientes deben tomar de por vida. Las células de cada individuo presentan una serie de moléculas en su membrana que las hace únicas y que se conocen como HLA (del inglés Human Leucocyte Antigen, o AntígenoLeucocitario Humano). Cuando se realiza un trasplante el sistema inmunitario del receptor identifica las moléculas de las células del nuevo órgano como algo extraño y desencadena una respuesta inmune que da lugar a su inflamación y a la destrucción de los tejidos. Es lo que se conoce como el “rechazo”. Para evitarlo, se administran fármacos que intentan reducir lo máximo posible la respuesta inmunitaria del receptor, pero que también pueden tener efectos en el sistema nervioso central. Los corticoides pueden provocar trastornos psicológicos que van desde la ansiedad, la irritabilidad y la pérdida de memoria y de concentración hasta cuadros graves, como delirios o síndromes esquizoides. Asimismo, la ciclosporina y el tacrólimus pueden provocar en un 5% de los pacientes cuadros psicóticos o alucinaciones. Ello se podría sumar a cierto temor –conocido por los profesionales– que los receptores y los futuros receptores de órganos muestran ante la posibilidad de asumir características de los donantes muertos e incluso de convertirse en “cárcel” de los espíritus de quienes no estaban preparados para abandonar repentinamente su cuerpo.
(Continuará…)

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