jueves, 19 de marzo de 2009

¿Hay vida después de la muerte? (Primera parte)

La vida no sabe nada de la muerte; su imperativo es perdurar. El fundamento de las creencias religiosas parece surgir de ese juego polar y trágico entre la vida y su final. ¿Pero acaso hay un fin? Los cultos tradicionales prometieron cielos indefinidos e ingenuos que no se corresponden con la vastedad y la complejidad de la existencia cósmica. ¿Hay un más allá de la muerte?


Dentro de cincuenta años, la mayor parte de los más de 6.000 millones de habitantes del planeta habrán muerto. Si no hay grandes conmociones y la cultura moderna occidental continúa expandiéndose, esa desaparición se volverá invisible. La muerte se ha convertido en un hecho oculto, íntimo y discreto, en una civilización que parece decidida a ignorarla. No hay tiempo para exequias o duelos: los teléfonos móviles no dejan de sonar en los entierros. La vida, que no quiere saber nada sobre su final inevitable, observa el futuro con gafas distorsionadas y pierde rápidamente la memoria. Aun las grandes figuras públicas se sumen en el olvido con increíble rapidez; después de todo, para la Naturaleza no cuentan los individuos sino la especie, los grandes números y el proceso de continuidad biológica. Si miramos hacia el pasado, la mayor parte del legado arquitectónico del mundo antiguo –templos y tumbas, entre los que destacan sobre todo las pirámides de Egipto ) – tuvo como tema central la transitoriedad de la vida, la muerte y la firme creencia en algún tipo de más allá. Hace veinte milenios los “primitivos” neandertales enterraban piadosamente a sus muertos, hecho singular que avala la hipótesis de que la conciencia humana despertó con la comprensión de su propia finitud. Sólo los miembros de nuestra especie sufrimos horror y angustia extrema ante los cadáveres en descomposición de nuestros semejantes. En las pocas culturas arcaicas que sobreviven, los enterramientos de parientes cumplen el múltiple propósito de ocultar ese horror, preservar los huesos y mostrar respeto a la posible supervivencia de un doble psíquico o espiritual.Si hay algo común a todos los pueblos y a todas las tradiciones son las creencias en algún tipo de “vida” después del último suspiro. Cielos disímiles, infiernos eternos como el Hades griego, paraísos donde las huríes danzan para los héroes, promesas de resurrección de la carne en el antiguo Egipto o en el cristianismo, metempsicosis o transmigración animal en las creencias chamánicas, viaje al territorio de los antepasados en la antigua China, reencarnación en el hinduismo y el budismo... La variedad es enorme, como también lo son los cambios del “imaginario” a lo largo de los siglos.
(Continuará…)

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