lunes, 29 de diciembre de 2008

Sincronicidad: la “vieja casualidad”

El significado de las cosas es un aporte del ser humano, es propio del hombre significar y en esa natural observación hacia la vida, todo logra tener un sentido, razón de ser o valoración. Libre uno de generar un concepto sobre algo, al seguir indagando, resulta que todo tiene una respuesta de libre albedrío y que se acomodará al criterio personal y en otros casos a un sentido común que nos encuentra a todos en un mismo punto de vista.

No obstante, en la evolución del hombre, su cultura y socialización y en su idiosincracia individual como grupal, hemos significado todo lo que a nuestros ojos y sentidos llegan. Pero existe aún el misterio de las casualidades y algunas ramas del esoterismo, misticismo y psicología, aportaron a la sorpresa de la casualidad, el concepto de causalidad, destacando por completo la creencia de ser uno siempre partícipe de los nexos y encuentros. Lo que sintetizamos en el concepto “causalidad”, nos pone en un compromiso con nuestra realidad y aplicamos que todo es por algo, y que todo es causal. Incentivando a aquellos que indagan las “sin razones”, la palabra “suerte” o la “casualidad”, a observar un hecho fortuito de manera más digna de ser analizada.
Pero el camino de esta curiosidad queda muchas veces truncado por la realidad limitada que manejamos y la vorágine de estos tiempos que no siempre dejan lugar para la observación profunda. De manera que la última exclamación ante un encuentro de sincronicidad o un hecho llamativo de destino es optar por decir en general: ¡que casualidad!, con un profundo asombro, pero sin explicación ni sentido. Relegando todo al misterio de la vida. Como un límite del saber que no podemos atravesar.
Durante décadas se estudió el campo onírico, el soñar, como símbolos llenos de contenidos de deseos y pulsiones inconcientes, que no manejan un tiempo lineal, pero que pueden servirnos de mensajes y señales posibles de codificar y hasta utilizar, en lo diario, ya que nos muestran el almacenamiento de deseos y temáticas de un momento que deben desagotarse al menos por vía onírica.
Llegando a la Era de Acuario, el soñar ha mostrado que no sólo descarga pulsiones inconscientes, sino que a veces aporta soluciones, datos para la conciencia y hasta mensajes para el futuro como premoniciones.
Es a partir de tanto estimulo visual y aceleración del tiempo, que lo que se llama sincronicidad, comienza a tener trascendencia masivamente.
Uno queda atónito, impresionado, desequilibrado al vivir un episodio de sincronicidad, es decir, la vieja casualidad. Esto sería por un encuentro con alguien el día en que uno pensaba en tal persona, o una llamada conjunta con alguien, o hasta, aplicando los demás sentidos, oliendo un recuerdo, escuchando una nota que revela congruencias de tiempos, etc.
La sincronicidad, denominación de Carl Jung, deviene de no (sin) tiempo (cronos).
La sincronicidad supone la ocurrencia de dos eventos que no están asociados, pero sin embargo tienen una relación significativa.
La casualidad entonces anuncia el significado de un vínculo energético vigente, que no se ajusta al tiempo sino a una distancia de la realidad llena de mensajes, avisos, advertencias y misterios a revelar.
La sincronicidad es una herramienta que disfrazada y codificada maneja un camino de pistas muy útiles para encarar en esta evolución del hombre, ya que en la mayoría de los casos juega como paralelismo de la realidad, agregando destellos de luz imprevistos a una situación que debe valorarse. Son como pistas del destino. Que nos llevan por un nuevo hilo conductor de la vida y además logran la apertura de la conciencia porque justamente lo que provocan estas sincronicidades, al estar atentos y observarlas, son un nuevo rumbo e interés que se presenta irrumpiendo lo rutinario, que indican como despertador un estado de conciencia. Poéticamente podríamos describir estos sucesos como una mano de Dios en el camino, un mensaje del cosmos ante el sin sentido de la vida, una guía motivadora y liberadora, dispuesta a organizarnos las prioridades futuras y tomar otro rumbo en la dirección ya elegida por la conciencia anterior.

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