miércoles, 10 de diciembre de 2008

La sombra, esa oscura silueta que nos duplica (segunda parte)

A lo largo del día la sombra varía de acuerdo con el recorrido del Sol por la bóveda celeste. Crece o mengua dependiendo de la altura del astro en cada momento. Si la sombra es la expresión de la energía vital de quien la proyecta, puede sacarse la conclusión de que en determinados momentos del día, cuando esta se achica casi hasta desaparecer, la energía vital del sujeto se debilita, mientras que en otros, cuando la sombra crece y se alarga majestuosa, la energía vital aumenta. Así lo creen todavía en algunas zonas ecuatoriales, en las que el Sol cae a plomo al mediodía dejando la sombra reducida a la mínima expresión. Convencida de que su escasez marca un debilitamiento anímico, al llegar esa hora la gente se resguarda prudentemente en su casa. No es bueno exponerse ante enemigos y vecinos envidiosos justo cuando se es más vulnerable. Mejor esperar a otras horas en las que el Sol sea más propicio. Una leyenda indígena ecuatoriana advierte sobre este peligro. Se refiere al gran guerrero Tukaitawa, cuya fuerza aumentaba y disminuía según crecía o menguaba su sombra. Iniciaba el día pletórico de energía, que decaía conforme el Sol iba avanzando hacia su cenit. Al mediodía, con el astro justo sobre su cabeza, la sombra prácticamente desaparecía bajo sus pies y Tukaitawa quedaba desvalido y sin fuerzas. A partir de ese momento el gran guerrero iba recuperando de nuevo el vigor al mismo tiempo que su sombra crecía sobre el suelo. Por supuesto, Tukaitawa mantenía en secreto este peligroso punto débil de su reconocida fortaleza, pero uno de sus enemigos descubrió el fatal proceso. Un día siguió a Tukaitawa y vio cómo su sombra iba menguando poco a poco. Cuando, al llegar el mediodía, la proyectada palidez desapareció bajo los pies del gran guerrero dejándolo inerme, su enemigo le dio muerte sin dificultad. En cualquier caso, hay que vigilar la sombra. En China, cuando se velaba a un difunto se tenía la precaución de que la sombra de los presentes no se proyectara sobre el féretro en el momento de cerrarlo. Según sus creencias, si esta quedaba encerrada en la caja, su propietario caería enfermo sin remedio y pronto encontraría la muerte. Los velatorios y los sepelios se convertían en actividades de alto riesgo y la profesión de sepulturero suponía enfrentarse a graves peligros. En los entierros los encargados de llevar el ataúd y bajarlo a la fosa se situaban con precaución en el lado de la sepultura que les permitiera recibir el Sol de cara mientras miraban hacia ella. Procedían de este modo para que su sombra nunca se proyectara sobre el hoyo que esperaba al difunto, descuido que resultaría fatal. Aun así, para evitar accidentes, los operarios tenían la costumbre de anudarse a la cintura una apretada tira de tela, convencidos de que con ella amarraban la sombra al cuerpo, impidiéndola caer a la tumba y quedar enterrada con el muerto. En la antigua Grecia, para evitar estos riesgos las ceremonias y los sacrificios en honor a los muertos se realizaban siempre al mediodía, cuando la posición del Sol provoca que los cuerpos no proyecten casi sombra. De este modo se minimizaban los peligros. En la actualidad en muchos pueblos de la cuenca mediterránea todavía es posible observar que en los entierros los deudos se sitúan de forma que su sombra nunca caiga sobre la tumba abierta. Puede que no crean en las antiguas tradiciones sobre el alma y la sombra, pero nunca está de más ser cauteloso.

La sombra gafe...de Alfonso XIII
Los gafes son seres portadores de mala sombra, es decir, de mala suerte, que llevan con ellos allá donde van y que contagian a quienes les rodean. Sin duda, hay personas que emiten malas vibraciones y ensombrecen cualquier ambiente, pero, aun así, pobre de aquel a quien le caiga fama de gafe, porque la gente huirá de él como de la peste. En este sentido hay una curiosa historia sobre el rey españolAlfonso XIII personaje considerado gafe y transmisor de la mala suerte. Esta creencia estaba extendida sobre todo en Italia y por eso cuando el rey fue a Roma a visitar al Papa en 1923 los italianos le dispensaron un recibimiento tan frío y distante que llegó a molestar al monarca español. Sin embargo, un inesperado suceso pareció dar la razón al pueblo italiano: al poco de llegar Alfonso XIII, se produjo una avería que dejó a la ciudad sin electricidad y sumida en las penumbras. Evidentemente, esta coincidencia afianzó la convicción de los romanos en el carácter gafe del rey español. Cuando al día siguiente salieron los periódicos dando cuenta de la regia visita con la imagen del soberano en la portada, los ciudadanos romanos se defendieron de su presunta nefasta influencia estirando hacia la fotografía la mano cornuta, los cuernos que sirven de protección contra el mal fario.

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