domingo, 21 de diciembre de 2008

El Evangelio Acuario de Jesús el Cristo (152)

Jesús reprende al árbol de higos estéril. Arroja a los mercaderes del templo. Enseña a las gentes. Regresa a Bethania.

1. Al siguiente día el lunes, de la semana, el maestro con los doce regresaron a Jerusalem.
2. Yendo por el camino vieron un árbol de higos lleno de hojas y sin señal alguna de frutos.
3. Y Jesús le habló al árbol y le dijo: “Tú, carga inútil de la tierra; hermoso árbol de higos a la vista, pero mera ilusión.”
4. “Tomas de la tierra y del aire el alimento que deberían tomar los árboles fructíferos.”
5. “Vuelve a la tierra y sé el alimento del que se nutran otros árboles.”
6. Y habiendo dicho esto al árbol, prosiguió su cambio.
7. Y cuando llegó al templo encontró que los cuartos estaban llenos de comerciantes pequeños que vendían palomas y animales y otras cosas, para sacrificios; el tempo se había convertido en plaza de mercado.
8. Y Jesús se indignó al ver esto y dijo: “Qué vergüenza para nosotros israelitas. Esta debería ser casa de meditación, pero no es sino cueva de ladrones. Retirad este pillaje de este lugar sagrado.”
9. Los comerciantes simplemente se rieron diciendo: “Estamos protegidos en nuestro negocio por los que mandan. No nos vamos.”
10. Entonces Jesús hizo un látigo de cuerdas como antes lo había hecho, y precipitándose sobre los comerciantes, tiró todas sus monedas al suelo.
11. Abrió ampliamente las jaulas de las palomas y cortó las cuerdas que ataban los corderos que balaban y los dejó en libertad.
12. Y entonces arrojó del lugar a los comerciantes y con una escoba nueva y limpia barrió el piso.
13. Los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban enfurecidos, pero temían tocar o recriminar al Señor porque las masas populares estaban a su lado.
14. Entonces Jesús se sentó y todo el resto del día enseñó a las gentes, curando a una multitud de enfermos.
15. Y cuando cayó la tarde regresó a Bethania.

1 comentarios:

RTI Latino Argentina dijo...

Grandes son las señales que hace El Maestro aún hoy, que no deja pregunta sin respuesta ni alma en tinieblas. Porque Él es la gloria del Padre en esta tierra, en cada corazón, hoy, por siempre y para siempre.