viernes, 14 de noviembre de 2008

La luna: mediatriz, madre y musa

El cielo lunar es un tiempo ritmado que dura aproximadamente 28 días. Cada fase abarca una semana y las 4 fases conforman el mes lunar. Son entre 12 y 13 lunaciones al año, con lo que a lo largo de este ciclo anual, la luna nueva de cada mes -conjunción con el Sol-, se encuentra en un signo distinto, recorriéndolos todos mes a mes.

El papel esencial de la Luna en astrología depende de su particular relación con el Sol y con la Tierra. El Sol y la Luna, en sus movimientos, manifiestan el mutuo juego de sus dos polaridades, masculina y femenina. La Luna no hace más que reflejar lo que es capaz de asimilar del Sol.
Las fases de la Luna marcan ciclos de transformación, y por lo tanto, crisis periódicas que exigen un cambio, un avance en lo individual y colectivo, en lo interior y exterior. Cuando se viven las fases lunares con una actitud positiva, ésta nos aportará un poco más de iluminación o alguna revelación. Si la actitud es negativa, aparecerán conflictos o dilemas. Se produce el fracaso cuando no se despega definitivamente del pasado o se construyen con poca viveza o tímidamente las estructuras que deben acoger la semilla solar. La Luna, junto con Saturno, son los responsables de la elaboración de estructuras concretas.
La Luna nueva inicia el terreno representando la necesidad, el instinto. La Luna llena abre el terreno de la identidad espiritual y de la inmortalidad, lo que llevaría a la realización, a la conciencia iluminada.
El hemiciclo creciente se ocupa de construir las estructuras orgánicas, actividad emanada del espíritu. El hemiciclo menguante tiene una significación creadora, individual, consciente y controlada por el hombre. El ciclo creciente trae crisis en la acción. El ciclo menguante trae crisis de conciencia. En síntesis, la Luna distribuye el potencial solar a través de agentes orgánicos y psicológicos que ella misma construye.
La astrología esotérica, basándose en el principio de correspondencias, relacionó la Luna con la mente, ya que objetiviza las efusiones del espíritu. Por ello se identificó la investigación intelectual como un proceso lunar. Las fases de la Luna marcarían el incremento gradual en la percepción intelectual. La actividad creadora del Sol espiritual se convierte, al llegar la Luna llena, en un concepto claro en la mente del hombre, el cual constituye a su vez el cerebro de nuestro planeta.
La mente es una imagen del espíritu en el hombre y la Luna su símbolo celeste. Intermediaria entre el espíritu y la naturaleza físico instintiva del hombre, permite que se establezca contacto con el Sol interior, el espíritu creador. Tal identificación se da sólo a través de la iniciación, una transferencia directa de energía solar desde el iniciador al iniciado.
La liberación solar ocurre en la Luna nueva -conjunción Sol-Luna-. En la fase creciente se desarrolla dentro de la matriz lunar de la mente y en la Luna llena deberá ocurrir la revelación. Las fases decrecientes se relacionarían con la entrega o transmisión a la sociedad para ayudarla a evolucionar, iluminando la oscuridad del entorno.
La Luna administra a los órganos terrestres las ideas y el potencial solar de la manera en que puedan recibirla, a través de una corriente intermitente, oscilatoria y alternativa. Cargados en lo más profundo de sus estructuras vitales por medio del proceso oscilatorio representado en el ciclo de las lunaciones, las criaturas terrestres somos alimentadas con el poder solar.
La Luna es un medio para alcanzar un fin. Es mediatriz, madre y musa. Es la servidora de la Tierra y el Sol, y sirve a la necesidad orgánica y psíquica de las criaturas terrestres.
El Camino de la Luna llena es el Camino Consciente, la vía del Tao, y todos debemos recorrerlo. Ella ilumina nuestro sendero y nos tiende su mano generosa para acercarnos un poco más al Sol, a la conciencia de nuestra inmortalidad.

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