miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Evangelio Acuario de Jesús el Cristo (120)

Nicodemos en la fiesta pregunta a Jesús si podría introducirse con mejor éxito la religión cristiana reformando el servicio judaico. Jesús contesta negativamente y da razones. Cura a la hija de Jairo. Desaparece cuando el pueblo quiere adorarlo.

1. Nicodemos, que vino una noche a Jesús para aprender la vía de la vida, estaba entre los invitados.
2. Y poniéndose de pie dijo: “Maestros, es la verdad que las leyes y las prácticas judaicas no se compaginan.”
3. “Nuestros sacerdotes necesitan reformarse, los dirigentes deberían ser más bondadosos y caritativos, los abogados debes ser mas puros, el pueblo debe sufrir menos cargas.”
4. “¿No seria posible hacer esa reforma sin destruir el servicio judaico?”
5. “¿No podría armonizarse tu formidable obra con la de los fariseos y los escribas? ¿No podría utilizarse nuestro sacerdocio para tu filosofía divina?
6. Pero Jesús dijo: “No se puede poner vino nuevo en vasijas viejas porque al purificarse se expande; y los viejos depósitos, no pudiendo soportar la carga, revientan y el vino se pierde.”
7. “Los hombres no remiendan un vestido viejo con la tela nueva que no puede adecuarse a la contextura de la tela gastada por la edad, pues de esta manera las rasgaduras serían mayores.”
8. “El vino viejo hay que conservarlo en depósitos viejos. El vino nuevo requiere continentes nuevos.”
9. “El espíritu de verdad que traigo es nuevo para esta generación y si lo ponemos con los viejos moldes del formulismo judaico, se perderá todo.”
10. “Esto tiene que crecer, y los viejos formulismos, no siendo elásticos, tienen que reventar.”
11. “Mirad el reino del Cristo: es tan viejo como Dios mismo, y sin embargo para la comprensión humana es tan nuevo como el sol de la mañana. Solo él puede contener el verdadero concepto de la verdad de Dios.”
12. Mientras hablaba, uno de los dirigentes de la sinagoga llamado Jairo se acercó, hizo una profunda reverencia a los pies de Jesús y dijo:
13. “Maestro, oye mi plegaria: Mi hija está enferma, y temo que muera. Pero sé que si vinieras y hablaras la palabra, vivirá ella.”
14. (Era su única hija, de doce años de edad).
15. Y Jesús, sin detenerse, se fue con el hombre y muchos le siguieron.
16. Y en el camino vivía una mujer que sufría de hemorragias desde hacía muchos años, y con la cual habían experimentado médicos de cerca y de lejos habiéndole dicho todos que no podría vivir. La mujer se levantó de su cama, corriendo al camino mientras Jesús pasaba.
17. Diciéndose a sí misma: “Si logro tocar su ropa, estoy convencida de que me curaré.”
18. Y le tocó y el flujo cesó y estuvo buena.
19. Y Jesús sintió que había emanado de él su poder curativo y hablando a la multitud dijo:
20. “¿Quién fue el que tocó mi vestidura?”
21. Y Pedro dijo: “Nadie puede decirlo. Las multitudes te presionan. Una veintena puede haber tocado tus vestiduras.”
22. Pero Jesús dijo: “Alguien de fe, alguien que tiene un pensamiento de curación ha tocado mis vestiduras; pues de mí ha emanado virtud curativa.”
23. Cuando la mujer supo que lo que ella había hecho era ya conocido, vino y se arrodilló a los pies de Jesús y le refirió todo.
24. Y Jesús dijo: “Tu fe te ha salvado, ándate pues en paz.”
25. Y mientras hablaba llegó un sirviente de la casa de Jairo y dijo: “Mi señor, Jairo, no molestes a Jesús para que venga porque tu hija está muerta.”
26. Pero Jesús dijo: “Jairo, hombre de fe, no permitas que tu fe vacile en esta hora de prueba.”
27. “¿Qué dice tu sirviente? ¿Qué la niña ha muerto? ¿Qué es la muerte?”
28. “Es el éxodo del alma de su habitación corpórea.”
29. “El hombre es el amo del alma y de su continente. Cuando el hombre logra elevarse por encima del plano de la duda y el miedo, adquiere el poder de limpiar la casa vacía y de hacer que regrese a ella quien la habitaba.”
30. Entonces tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, a Jairo y a la madre de la niña y entró en la cámara mortuoria.
31. Y cerró las puertas a la multitud y habló una palabra que las almas pueden comprender. Y entonces tomó la mano de la niña y dijo:
32. “Talthia cumi, niña, levántate. Y el alma de la niña regresó y ella se levantó y pidió alimento.”
33. Y todos los de la ciudad estaban asombrados y muchos se lanzaron a adorar a Jesús como a Dios.
34. Pero Jesús desapareció como si sólo fuere un fantasma y se fue.

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