domingo, 3 de mayo de 2009

Querer es poder (primera parte)

Cada persona puede, si quiere, transformarse a sí misma y a su realidad. Es una enseñanza que procede no sólo de la tradición oral (querer es poder), sino del budismo. Recientes investigaciones científicas corroboran además la validez de esta capacidad humana: somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser. La piedra filosofal para la transformación es una mezcla de la voluntad, la intención y de la impresionante plasticidad del cerebro. La meditación permite cultivar cualidades nuevas que poco a poco se van incorporando de forma natural a la vida cotidiana.

Desde hace siglos los budistas sostienen que tenemos la capacidad de convertir el dolor en sabiduría, la envidia en compasión, la angustia en esperanza; que tenemos en nuestra mano la posibilidad de borrar las heridas del pasado y esculpir un futuro. Podemos aprender a ser felices y plenos. En los reinos de la ciencia, sin embargo, siempre se había pensado lo contrario. El cerebro, el capitán general de nuestro comportamiento y nuestro sentir, es inamovible, decían. No sólo no se puede cambiar, añadían, sino que a lo largo de la vida vamos perdiendo neuronas que nunca más se vuelven a recuperar.

Fatalidad irreal
Pero los últimos años de investigación neurocientífica demuestran que semejante fatalidad no es real. Más bien todo lo contrario. Y he ahí que la ciencia demuestra los principios del budismo: con la intención, con la voluntad, con el deseo se cambia lo que antes se consideraba escrito en piedra: la arquitectura cerebral. Desde hace dos décadas el Dalai Lama se reúne periódicamente con neurocientíficos occidentales con el objetivo de aunar dos aproximaciones con orígenes muy diferentes, pero con el objetivo común de comprender la mente humana, su realidad y los caminos para alcanzar el bienestar. De estos encuentros han salido infinidad de proyectos y datos muy valiosos.
El Dalai Lama ha insistido desde el principio en que la fuerza de la mente puede cambiar el cerebro y con él nuestra manera de vivir y de crear el mundo que nos rodea. Sin embargo, ésta era una hipótesis difícil de aceptar para los científicos. La reunión de 2004 en Dharamsala (India) entre ciencia y budismo tuvo como tema de discusión la mencionada propuesta de Su Santidad. Parece que los investigadores han tenido que plegarse a las evidencias de los estudios y dar la razón al budismo.
La periodista científica Sharon Begley ha recogido el encuentro en el libro Train Your Mind, Change Your Brain (Entrena tu mente, cambia tu cerebro), que acaba de publicarse en Estados Unidos, y en él se puede leer la siguiente cita de Michael Merzenich, un neurocientífico de la Universidad de California-San Francisco (EEUU), que testifica el cambio de pensamiento: “Cada momento elegimos y esculpimos cómo va a trabajar nuestra siempre cambiante mente, elegimos quién seremos en el momento siguiente”. O dicho de otro modo, somos libres para decidir qué tipo de persona deseamos ser.

La piedra filosofal
La piedra filosofal para la transformación mental es una mezcla del querer es poder, es decir, de la voluntad, la intención o la fuerza de la mente y de la impresionante plasticidad del cerebro. Al igual que el entrenamiento físico fortalece los músculos, el entrenamiento mental modifica los circuitos del cerebro en la dirección que deseamos. Si uno se empeña y lo desea puede construir y potenciar los circuitos de la felicidad, de la armonía, de la empatía y todo el etcétera que se quiera. Para los budistas el entrenamiento mental por excelencia, la herramienta para cambiar el cerebro y la realidad, es la meditación.
Así, el Dalai Lama habla del arte de la felicidad y cuenta su propio cambio gracias a la meditación. Explica que cuando era joven se enfadaba con mucha frecuencia y sentía rabia. Ahora, tras muchos años de meditación, esas emociones se han esfumado y no es porque pueda controlarlas, sino porque ni siquiera se presentan en su vida. Pero por supuesto no hace falta ser un monje budista para disfrutar de los efectos transformadores y creativos de la meditación. David Lynch, el siempre sorprendente director de cine, en su libro Catching The Big Fish (Atrapar el pez grande), explica cómo esa técnica ha influido en su creatividad y en su consciencia: “Cuando buceas en tu interior, el auténtico ser está ahí y la verdadera felicidad está ahí. Hay un océano enorme, sin límites, de ella”.
(Continuará…)

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