martes, 26 de mayo de 2009

La astrología y el karma

El astrólogo Lucas Videla dice que estamos entrelazos. Durante la vida, encontramos personas que tienen una conexión kármica con nosotros. De ellas aprendemos, ellas aprenden de nosotros, y pasan muchas otras cosas que no están claras. Son parte del misterio kármico.

El misterio kármico es parte del mundo esóterico. La dimensión más real, la que tiene que ver con un espacio espiritual. Se manifiesta en coordenadas de difícil captación. En general, son difíciles de captar porque no corren dentro de nuestra lógica. Para entenderlas hay que desarrollar otra lógica. No es que no existan ciertas congruencias, razones, en el mundo esotérico. Las hay, pero se basan en la sensibilidad. Por eso hay que prestar mucha atención a las sensaciones. En lo esotérico, unir la intuición, la percepción momentánea, con una reflexión sobre ese evento, es lo que nos permite entender un poco más.En general, nuestra vida está llena de eventos que parecen casuales, y que no nos sorprenden porque, decimos, pertenecen al azar. Una dimensión ingobernable que no tiene mucho que ver con nada. Así, más o menos, solemos pensar. Pero el mundo esotérico no lo vive así. Saquemos el azar, dice esa dimensión. Y empieza distinto: todo lo que me pasa tiene que ver con mi Ser. Me constituye. Desde el momento de mi nacimiento. El tiempo y el espacio existentes cuando nací, me constituyen. Son parte de mí. Yo, entre otras cosas, soy un tiempo y un espacio determinado. Los tengo grabados. Ningún evento está disociado al tiempo y al espacio en que ocurre. Cuando encarno, cuando salgo al mundo, menos que menos. Después, si yo protagonizo cualquier evento de mi vida, como de hecho lo hago, nada de lo que me pasa me es ajeno. Todo me constituye y, a la vez, tiene una íntima relación con mi ser, con mis propósitos, con todo.

Lo que me pasa, me pasa para que yo aprenda algo. El mundo, cada momento que vivo, está lleno de oportunidades. El tema es ¿cómo encararlas? ¿Hacia dónde ir? Para eso hay que empezar por conocer qué energías existen sobre esta tierra. Como se necesitan unas a otras; aunque sean opuestas. O en realidad, uno termina captándolo, no son opuestas: son opuestas-complementarias. La primera acción, el primer paso, es salir del pensamiento: por un lado está el bien y por el otro está el mal. Está lo claro y está lo oscuro. Son ámbitos independientes. No vale pensar así en la astrología. Pensémoslo diferente: como entidades abstractas, bien y mal existen de manera independiente. Pero nunca pueden existir de forma separada desde una mirada completa. Bien y mal, por separado, son entidades imposibles, mueren al instante. Mueren porque se necesitan, sólo funcionan juntas, como parte de lo mismo, de una integración que supera nuestros conceptos habituales y nos lleva a dimensiones donde las palabras fallan. Es que nuestro lenguaje está habituado, o mejor dicho, está formado, según las concepciones, digamos, clásicas. El bien es el bien, y el mal es el mal. Lo blanco es blanco. Lo negro es negro. Ha sido necesario estructurar el lenguaje así, pareciera, porque el lenguaje precisa delimitar las cosas, se constituye al categorizarlas. Y lo hace para ordenarlo todo: el discurso, las acciones y, por supuesto, la gente. La sociedad se estructura en función de un lenguaje. Eso nos ofrece un orden fundamental. De otra manera parece que no hubiésemos entendido nada. También parece que nos acercamos a una Era donde, estas limitaciones tan exaltadas, se van al tacho. Los órdenes conocidos ceden cada día más. Los conceptos ya no alcanzan, las instituciones menos... ¿Qué los reemplazará? Veremos.

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