Qué es el más allá (Tercera parte)

El alma necesita ser limpiada
Para la teología católica, el Purgatorio es el estado transitorio en el que el alma se purifica y se prepara para el encuentro con Dios. “Apunta a un idea clara: si yo voy a ingresar al Cielo, necesito llegar impoluto, libre de todo pecado, y para eso debo pasar por una etapa intermedia”, indica el teólogo González. Sin embargo, este concepto provocó, en el siglo XVI, la histórica ruptura dentro del cristianismo entre católicos y protestantes, cuando Martín Lutero denunció la venta de indulgencias –pago de dinero a cambio de menos sufrimiento en el Purgatorio- que la Iglesia realizaba para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro. Y hoy, casi quinientos años después, es el “lugar” fuera de este mundo que más polémicas suscita.
Mientras sus detractores aducen que no posee sustento teológico como para incluirlo dentro de la doctrina, sus defensores citan, entre otros pasajes, la Primera Carta de San Pablo a los Corintios: “Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. Si lo que has construido resiste el fuego, será premiado. Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará pero no sin pasar por el fuego”.
Sin embargo, esta noción como tal comenzó a ser incorporada por el cristianismo recién a fines de la Edad Media. Así lo señala el arabista español Miguel Asín Palacios, en La escatología musulmana en la “Divina Comedia” (1919): “Sabido es que hasta bien entrado el siglo XV, es decir, más de cien años después de publicada la Divina Comedia, no llegó a ser dogma de fe la existencia del Purgatorio, como estado especial de las almas que expían temporalmente el reato de las culpas”.
El islamismo reconoce en la obra de Dante Alighieri una profunda inspiración en la escatología musulmana y sus descripciones de Paraíso e Infierno. Y en el Purgatorio, lee una analogía con el Sirat, un camino “más escarpado que un corte de sierra y más estrecho que un cabello” que se alza desde la tierra “en línea recta hasta la superficie de la esfera de las estrellas”, y que desemboca en el Paraíso celestial.
“Se trata de una prueba”, indica Elía. “Cuando llegue el día del Juicio Final, quienes no accedan al Infierno, deberán caminar por él hacia el Jardín, entre tinieblas”. Aquellas almas cuya fe fue débil, serán menos luminosas y caerán, entonces, con más facilidad.
El judaísmo, en tanto, no propone ningún estado que asemeje al Purgatorio de los cristianos, pero en su rama esotérica –la Cabalá- se expone a “la reencarnación como un proceso de purificación y una elevación del alma” a través de un trabajo de tipo espiritual.
Para Bergman, “esta idea es muy poderosa porque lo que plantea es, no solamente la inmortalidad, sino un regreso para cumplir con una misión, un mandato místico último que otorga un especial sentido al viaje que es la vida”.
(Continuará…)