En el desarrollo de la Guerra Fría los gobiernos utilizaron equipos de telépatas con el objetivo de conocer lo que sucedía en el bando enemigo.
El Star Gate, que no es la película ni el juego, fue un proyecto que manejó un presupuesto de 20 millones de dólares y aspiraba a gastar 11 más cuando éste fue desestimado por la CIA luego del escándalo Irán-Contras, hacia 1995.
En su auge, contaba con 23 telépatas, siete de ellos con dedicación full time, y una planta total de 40 personas que realizaban miles de sesiones, para obtener “visiones remotas” de ciertos sitios cuyas coordenadas eran conocidas.
La idea era utilizar facultades telepáticas para poder espiar lo que hacían en otros países. Algunas de estas “tecnologías no convencionales” fueron conocidas gracias a una investigación periodística de Jack Anderson. Cuando se dio por terminado el proyecto la información fue desclasificada y mereció un informe de la cadena ABC, que incluye experiencias con informes sobre planetas extrasolares y sus habitantes.
En todos esos años, la CIA, la DIA (Defence Intelligence Agency) y las tres fuerzas armadas de EE.UU. invirtieron considerables sumas en diversos propósitos como El Proyecto Jedi del ejército que se basó en el uso de la programación neurolingüística, el tai chi, la relajación y los ejercicios respiratorios para enseñar ruso y mejorar la puntería de sus tropas, aunque no arrojó buenos resultados.
Por su parte la NSA (National Security Agency), llevó a cabo el Proyecto Sigint (Inteligencia de señales). Este desarrollo tenía un propósito un tanto ambicioso ya que pretendía salvaguardar la democracia en este planeta y en todo el cosmos. Afirmaba haber logrado numerosos contactos con extraterrestres y aportaba material gráfico de sus usos y costumbres.
El libro ¿Descubrimientos psíquicos tras la Cortina de Hierro?, de las parapsicólogas Sheila Ostrander y Lynn Schroeder, notificaba sobre las multimillonarias inversiones que los rusos estaban haciendo en investigación “psicotrónica”: tal coma daban en llamar a una tecnología basada en la percepción extrasensorial.
La DIA realizó un informe que afirmaba que los rusos podían leer documentos secretos a distancia, espiar los movimientos de tropas e influir sobre la mente de políticos y militares norteamericanos. Mediante la “psicokinesis”, es decir, la habilidad de mover objetos a distancia, podían matarlos y hasta sabotear las naves de la NASA, enviándoles ondas negativas.
En su auge, contaba con 23 telépatas, siete de ellos con dedicación full time, y una planta total de 40 personas que realizaban miles de sesiones, para obtener “visiones remotas” de ciertos sitios cuyas coordenadas eran conocidas.
La idea era utilizar facultades telepáticas para poder espiar lo que hacían en otros países. Algunas de estas “tecnologías no convencionales” fueron conocidas gracias a una investigación periodística de Jack Anderson. Cuando se dio por terminado el proyecto la información fue desclasificada y mereció un informe de la cadena ABC, que incluye experiencias con informes sobre planetas extrasolares y sus habitantes.
En todos esos años, la CIA, la DIA (Defence Intelligence Agency) y las tres fuerzas armadas de EE.UU. invirtieron considerables sumas en diversos propósitos como El Proyecto Jedi del ejército que se basó en el uso de la programación neurolingüística, el tai chi, la relajación y los ejercicios respiratorios para enseñar ruso y mejorar la puntería de sus tropas, aunque no arrojó buenos resultados.
Por su parte la NSA (National Security Agency), llevó a cabo el Proyecto Sigint (Inteligencia de señales). Este desarrollo tenía un propósito un tanto ambicioso ya que pretendía salvaguardar la democracia en este planeta y en todo el cosmos. Afirmaba haber logrado numerosos contactos con extraterrestres y aportaba material gráfico de sus usos y costumbres.
El libro ¿Descubrimientos psíquicos tras la Cortina de Hierro?, de las parapsicólogas Sheila Ostrander y Lynn Schroeder, notificaba sobre las multimillonarias inversiones que los rusos estaban haciendo en investigación “psicotrónica”: tal coma daban en llamar a una tecnología basada en la percepción extrasensorial.
La DIA realizó un informe que afirmaba que los rusos podían leer documentos secretos a distancia, espiar los movimientos de tropas e influir sobre la mente de políticos y militares norteamericanos. Mediante la “psicokinesis”, es decir, la habilidad de mover objetos a distancia, podían matarlos y hasta sabotear las naves de la NASA, enviándoles ondas negativas.
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