¿Es ésta la era del deshielo? Las masas de hielo que conforman el continente antártico se están convirtiendo en agua. ¿Podrá esto transformarse en una amenaza mundial? ¿Cuáles son las perspectivas a futuro?
Es el continente más frío, ventoso y seco de la Tierra. Lo llaman la fábrica meteorológica del planeta ya que allí pueden observarse las cuatro estaciones en un mismo día. La nieve que cae en la Antártida no se derrite, el peso de las subsecuentes nevadas la va “quemando” y la comprime. Su grosor promedio es de 2.200 metros.
Dentro del núcleo de esos enormes macizos existen polvo, sustancias químicas y burbujas de aire –atrapados durante el proceso de formación de hielo – que son como huellas dactilares que hablan de la historia geológica de nuestro planeta. Los científicos utilizan esos núcleos helados para intentar determinar el fenómeno del calentamiento global.
Reservas de agua potable
Esas enormes masas de hielo contienen casi el 90% del agua del planeta, y al menos el 70% es potable, lo que convierte a la Antártida en una inigualable reserva. Sus 14 millones de km2 ganan 20 millones más cuando parte del mar que la rodea se congela y lo vuelve el tercer continente más grande del globo. No hay riesgos inmediatos en la Antártida con respecto al cambio climático, pero hay fenómenos que alertan acerca de lo que podría suceder. Los océanos podrían aumentar su caudal y algunas ciudades cubrirse de agua. En Argentina, por ejemplo, el Delta del Paraná podría desaparecer. Ocurren fenómenos nunca antes vistos por esas latitudes. Como las lluvias, hasta hace 20 años allí sólo nevaba, ahora llueve casi todos los días y eso, sumado al aumento de las temperaturas, produce el derretimiento de los glaciares.
La Antártida está dividida en dos grandes regiones: la Península y la Meseta. “En la primera hubo cambios muy notables desde los años ´70 -confirma Hernán Sala del Instituto Antártico Argentino-. La temperatura media anual del aire aumentó más de 2.5°C en las últimas cinco décadas desintegrando extensas barreras de hielo y acelerando el retroceso y adelgazamiento de los glaciares. El análisis de los sedimentos revela que la barrera de hielo Larsen B no se había desintegrado por lo menos en los últimos 9.000 años. Entre 1975 y 2004, perdió más de 13.000 km. En principio, el colapso de las barreras de hielo no representa una amenaza para el resto del planeta. El mayor problema sería un aumento en el nivel del mar, pero como las barreras ya flotaban, su colapso no incrementa el volumen del océano”.
Sin embargo, al colapsar las barreras de hielo, los glaciares que se ubican sobre el continente (y que por lo tanto no están flotando sobre la superficie del mar) aceleran su velocidad de desplazamiento y simultáneamente incrementan su tasa de adelgazamiento, ambos factores sí contribuyen al aumento del nivel del mar, ya que se trata de masas de hielo que yacían sobre áreas ubicadas por encima de la superficie del océano.
La Meseta antártica, por su parte, está formada por dos grandes mantos de hielo de un espesor de hasta 4.000 metros y una altura de 2.500.
Si esta tendencia, hasta ahora sólo registrada en la Península antártica, se extiende hacia el resto del continente, podría darse un aumento significativo en el nivel del mar de hasta 5 metros, con consecuencias a nivel mundial y regional. Otro claro indicador del cambio climático es el continuo retroceso y adelgazamiento de aquellos glaciares cuyo frente no está ni estuvo asociado recientemente a una barrera de hielo. Los estudios muestran una ivel del marficativo en el nivel del mar. rtante tener en cuen ta quedisminución de un metro por año en el espesor del glaciar, índice de un claro balance de masa negativo sucedido en las últimas dos décadas. No es posible afirmar que estos cambios ocurrieran también en el plateau antártico, donde se concentra la mayor parte del hielo.
Los hielos antárticos están divididos en dos clases: las barreras occidentales, que es una enorme plataforma de hielo llegada durante miles de años de los glaciares y que ocupa el propio mar; y los hielos orientales, apoyados sobre tierra firme. Y es allí donde radica el mayor temor de las hipótesis más negativas.
Dentro del núcleo de esos enormes macizos existen polvo, sustancias químicas y burbujas de aire –atrapados durante el proceso de formación de hielo – que son como huellas dactilares que hablan de la historia geológica de nuestro planeta. Los científicos utilizan esos núcleos helados para intentar determinar el fenómeno del calentamiento global.
Reservas de agua potable
Esas enormes masas de hielo contienen casi el 90% del agua del planeta, y al menos el 70% es potable, lo que convierte a la Antártida en una inigualable reserva. Sus 14 millones de km2 ganan 20 millones más cuando parte del mar que la rodea se congela y lo vuelve el tercer continente más grande del globo. No hay riesgos inmediatos en la Antártida con respecto al cambio climático, pero hay fenómenos que alertan acerca de lo que podría suceder. Los océanos podrían aumentar su caudal y algunas ciudades cubrirse de agua. En Argentina, por ejemplo, el Delta del Paraná podría desaparecer. Ocurren fenómenos nunca antes vistos por esas latitudes. Como las lluvias, hasta hace 20 años allí sólo nevaba, ahora llueve casi todos los días y eso, sumado al aumento de las temperaturas, produce el derretimiento de los glaciares.
La Antártida está dividida en dos grandes regiones: la Península y la Meseta. “En la primera hubo cambios muy notables desde los años ´70 -confirma Hernán Sala del Instituto Antártico Argentino-. La temperatura media anual del aire aumentó más de 2.5°C en las últimas cinco décadas desintegrando extensas barreras de hielo y acelerando el retroceso y adelgazamiento de los glaciares. El análisis de los sedimentos revela que la barrera de hielo Larsen B no se había desintegrado por lo menos en los últimos 9.000 años. Entre 1975 y 2004, perdió más de 13.000 km. En principio, el colapso de las barreras de hielo no representa una amenaza para el resto del planeta. El mayor problema sería un aumento en el nivel del mar, pero como las barreras ya flotaban, su colapso no incrementa el volumen del océano”.
Sin embargo, al colapsar las barreras de hielo, los glaciares que se ubican sobre el continente (y que por lo tanto no están flotando sobre la superficie del mar) aceleran su velocidad de desplazamiento y simultáneamente incrementan su tasa de adelgazamiento, ambos factores sí contribuyen al aumento del nivel del mar, ya que se trata de masas de hielo que yacían sobre áreas ubicadas por encima de la superficie del océano.
La Meseta antártica, por su parte, está formada por dos grandes mantos de hielo de un espesor de hasta 4.000 metros y una altura de 2.500.
Si esta tendencia, hasta ahora sólo registrada en la Península antártica, se extiende hacia el resto del continente, podría darse un aumento significativo en el nivel del mar de hasta 5 metros, con consecuencias a nivel mundial y regional. Otro claro indicador del cambio climático es el continuo retroceso y adelgazamiento de aquellos glaciares cuyo frente no está ni estuvo asociado recientemente a una barrera de hielo. Los estudios muestran una ivel del marficativo en el nivel del mar. rtante tener en cuen ta quedisminución de un metro por año en el espesor del glaciar, índice de un claro balance de masa negativo sucedido en las últimas dos décadas. No es posible afirmar que estos cambios ocurrieran también en el plateau antártico, donde se concentra la mayor parte del hielo.
Los hielos antárticos están divididos en dos clases: las barreras occidentales, que es una enorme plataforma de hielo llegada durante miles de años de los glaciares y que ocupa el propio mar; y los hielos orientales, apoyados sobre tierra firme. Y es allí donde radica el mayor temor de las hipótesis más negativas.
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